sábado, 23 de febrero de 2013

Canto de odio sempiterno

Nunca vuelvas a imponer en mi voluntad tu deseo
Ni quieras intentar siquiera cumplirlo en mí.
Te permití hacerlo un día por el dolor que me causó
tu palabra y tu acto rastrero.

Ahora que vuelvo con fuerza saliendo de mi encierro
no te atrevas a mandarle a mi alma con tu dedo,
que sin dudar te arrancaré la mano entera como cuervo.

No quiera ya tu mente ganar sobre mi decisión
que no podrá detener entonces mi golpe fulminante.
Ni busques el viejo chantaje, aprendí a verlo desde lejos...

¿Has visto lo que ocurrió en mí luego de tu orden?
¿Sabes qué me sucedió al cumplir íntegro tu deseo?
¿Has notado acaso la tristeza ingente que aún flota en mis ojos?
Nunca regresaste para preguntarme cómo me sentía
mientras estuve ahí, esclavo de tu terquedad,
sufriendo en silencio el fustigar de un látigo cansino
que tu mano descargaba sádica sobre mí, sin motivo...

¿¡Acaso no te bastó con encarcelarme!?
¿¡Acaso era necesario aún mayor tormento!?
¿Qué no dijiste amarme tan sólo minutos antes?
¿Qué ganaste de mi soledad y sepulcro?
Tu tumba no se volvió más cálida ni tu entierro más ligero.

Estarás feliz con todo el daño que en mí dejaste,
estarás satisfecha con el desgarro que causaste.

No te atrevas nuevamente, nunca, a mirarme a los ojos
profundos de sueños y negros odios que aún arden...
No te atrevas a entrar al cuarto oscuro
donde se esconde a llorar mi demonio.

No quieras iluminar esa negrura que nace de a poco,
es tu creación, es tu semilla en mi corazón plantada
es tu retoño ¡Reconócele que te pertenece!
Aunque siempre habitará en mi cuerpo...
¡Ahora se ha vuelto un odio eterno!

¿No era eso lo que buscabas al arrancar de tajo la flor?
¿No era esa la intención al quemar el verde césped?
¿No era esto lo que querías de mí?
Nunca esperaste crear tanto mal en un sólo sitio
y he aquí que lograste lo siempre anhelaste...

Fue tu infantil deseo el conocer al demonio que yacía preso.
Fue tu infantil empeño el verle suelto.
Sumida en la oscuridad que hoy me enfrenta a ti,
caerás débil ante mi vuelo y no podrás evitarlo...
Nunca, nunca más conocerás la paz o el amor.

Correrás hacia la ventana y luego a la puerta
buscando un poco de luz y aire para sobrevivir
y no sabrás cómo has llegado hasta aquí,
intentarás escapar en silencio, yo sé que lo harás.

Ya cansada de preguntarte qué secretos escondo ahí,
posarás tus manos descarnadas sobre los horrores
de viejos y olvidados recuerdos del cadáver de un hombre
que tampoco supo cómo fue que terminó ahí.

Una canción de tono infantil te llenará la cabeza
probándote el límite de tu cordura corporal
y se volverá un mioma sanguinolento en tu útero decrépito.
Nacerá de ti la abominación del odio que dejaste crecer.

¡Tuviste la oportunidad de retractarte y salir corriendo!
tuviste el tiempo y el modo necesarios para salvarte
tuviste al mundo a tus pies y en tus manos abiertas
tuviste a tu alcance la llave de la caja de Pandora
y ahora la encuentras en el suelo, abierta.

Con la muerte de la última estrella acabe, quizás,
este odio sempiterno que no cesa de crecer en silencio...

sábado, 9 de febrero de 2013

Al final

Sí, al final te perdí y nos olvidamos.
El problema es que el final aún es futuro para mí.

Al final nos quedaremos como al inicio:
Sin conocernos ni recordarnos.
Quizás, al encontrarnos frente a frente,
recordemos entonces el otro al uno
los besos y los abrazos que no nos regresamos.

Te perdí y ya no te encuentro.
Melancólico estribillo repetido
del niño que olvidó su juguete preferido
y siente que su mundo es otro.

¡Ya no te encuentro!
Grito desesperado
como de una madre buscando a su hijo
como el bramido de un elefante agonizante...

Escogí caminar y aquí no te encuentro.
Simplemente no te busco.
Simplemente no te encuentro...
Ya no te recuerdo.

Lamento del indio ante las ruinas de la Ciudad Dorada

Recuerda... Recuerda... Recuerda...

Aquél tiempo de vientos cálidos, aquellas montañas verdes y azules alrededor, aquél suelo de tierra pisada fuertemente por gigantes.
Recuerda esos momentos de risas entre las malezas, de agua que corría por el río, de pozos secos que repetían mis versos, de fuegos crepitantes y luciérnagas verdes al anochecer. De lunas pacientes se llenó la cubeta de agua en las tranquilas tardes de tu recuerdo.

La alfombra verde que cubría el paso se secó igual que el último pozo, el túnel de vegetación que conducía hasta el claro fresco se cerró durante la estación de lluvias, no quiso ya la montaña que nadie tome su aire ni su agua ni su paz; tanto la han dividido y acaparado que dejó caer una enorme maraña de ramas, espinas, arañas, alacranes y piedras para cortar el sendero.

Las rocas aún recuerdan las charlas y los humos del tabaco compartido tantas veces, tantas horas, tantos días. El suelo sepulto de la vieja calzada está ahí, uniéndose a la nueva tierra que cayó sobre los pasos de antaño, el altar también quedó bajo el alud. Se escuchan todavía los cantos que adornaron antes esas piedras, esas tierras, esas pisadas.

Más arriba, aún se siente el aroma de la convivencia a escondidas de indiscretas miradas, donde hubo tanta gracia derramada. Más arriba aún siguen las bardas que un día acabarán por ser fronteras infranqueables. Ya ni siquiera se notan las profundas huellas de tantos pies que subieron y bajaron esa cuesta.

Arriba ya no vuelan las águilas ni los cuervos, arriba ya no hay lugar para los buenos deseos. Murió el último guardián y se acercan ya las sombras de los carroñeros...

Recuerda... Recuerda el tiempo bueno.

¡Haz que florezcan sus grandes campos con tu amor y tu recuerdo!
¡Que vibren de nuevo los suelos verdes y las paredes de musgo!
Que se escuchen en toda la montaña risas y en el valle, por favor, que se oigan fuerte como antes...

Recuerda el tiempo bueno...