viernes, 27 de junio de 2014

Faro



¿Quién se acerca al faro?
¿Quién le visita?

Siempre erecto ahí,
a la orilla del fin del mundo
viendo a los que llegan
viendo a los que se van
viendo a la ciudad
atardecer y anochecer
durmiendo el dulce sueño
por las olas arrullado.
Amanecer envuelto en brisa.

Pero nadie le visita
y se conforma con arrojar
su luminoso rayo al mar
como siempre ha hecho,
triste, como siempre hará

¡Oh triste Faro marino!
¡Cruel, inamovible destino!
Siempre de pie y con fastidio
guías a todos, amigos y enemigos
y nadie voltea a verte
nadie agradece tu servicio.
Si no alumbras, eres siniestro,
si alumbras, es por obligación
para eso fuiste hecho...

jueves, 26 de junio de 2014

Colisión III

Mis sueños se volvieron una masa densa y negra. Como aceite requemado o una melaza reposada durante mil años. Mis días no se iluminaron más bajo aquellas pesadas capas de grises nubes que lloraban durante todo el día a intervalos irregulares.
Por la noche, zumbidos agudos invaden mis oídos, algo vuela en la oscuridad como los mosquitos en las noches de primavera. Sólo es sonido.


Silenciosamente me levanto, algo me dice que son cerca de las dos de la madrugada. La calle se escucha tranquila, dormida; las casas con las ventanas apagadas son como cráneos que me ven desde todos los puntos. Tomo mi ropa, ella se mueve instintivamente, sabe que me he levantado de la cama y su sueño se inquieta. Tal vez esta ocasión tiene razón en sentirse inquieta.

Cuando paso en silencio mucho tiempo, las cosas sólo se ponen peores al final. Es mala señal cuando no hablo ¿Cómo podría explicarte esto? Con el silencio puede nacer la sombra, me dijeron al sembrar en mis entrañas la semilla de aquél ser que me domina a veces.

Vestido, salgo despacio de la recámara, de la casa. Camino con rumbo determinado, directo al mismo lugar que he frecuentado durante dos semanas seguidas. Cuarenta minutos después estoy en la misma fábrica abandonada con su puerta disimuladamente cerrada y su interior, frío y oscuro, ya no guarda guarda la vieja pestilencia de moscas y gusanos necrófagos.

Cerca de aquí duermen, cada uno en su respectiva cama, dos hermanos. Ambas veinteañeros que se llevan quizás tres años de diferencia. Los conocí hace cinco, creo, en la universidad. Nunca me hicieron mal alguno pero esa noche era su sangre la que reclamaba la cueva de acero y concreto con su ronca voz que retumbaba en todos los rincones y se reflejaba en el techo de lámina del inmueble.

Camino hasta su casa, la puerta de la cochera, simple enrejado, está abierta como siempre. La calle desierta guardó mis pasos y mi presencia con su carencia de alumbrado público. "Debajo de la maceta con el malvón está la llave de emergencia" me digo y me compruebo certero. Entro y cierro discretamente, odio cuando otros ven lo que hago.

No es complicado ubicar las recámaras en estas casas, a pesar de nunca haber pasado a la segunda planta. Mi peso en la escalera resuena amedrentándome con delatar mi presencia. Le muestro que no me importa cuánto rechine, estoy decidido a seguir hasta las últimas consecuencias. Mi mente racional no se explica qué hago ahí y cómo sacaré a dos jóvenes adultos, contra su voluntad, para llevarles a la nave abandonada sin que nadie lo note. Dos puertas a mi lado izquierdo, más al fondo el baño; nada alumbra el interior de la casa, la ventana que da hacia la calle está apagada como el cielo nocturno. Se puede saber que siguen durmiendo y revolviéndose en el lecho, mi respiración apenas se percibe, estoy parado ahí frente a sus puertas, totalmente inmóvil, con los ojos abiertos, los músculos tensos y listos para saltar sobre cualquiera que pase frente a mí y someterle... Nadie sale por esas puertas. Cierro los ojos, aprieto las manos hasta que mis brazos tiemblan y al abrir los ojos, la tensión desaparece. Me acerco a la primera puerta, la más cercana a mí y giro lentamente la perilla.

La cama está del lado derecho y sobre ella descansa el mayor. Él tiene el sueño muy ligero. Entro con mucha cautela y me acerco a su lecho. Para mi suerte, dejó su ropa a un lado de la cama, callarle la boca no será problema. El problema es apretar el tiempo suficiente su cuello para producirle un desmayo pero no matarlo. Abro bien los ojos mientras crespo mis manos alrededor de su cuello. Su piel es tremendamente suave y perfumada, tan cálida, tan virginal. Sus expresivos ojos me miran el inexpresivo rostro mientras me preguntan con miedo y asombro el "por qué" obligado, no sé qué responder y sigo apretando mientras siento que es mi propio cuello el que asfixio; me duele ver su rostro crispado de mortecina sorpresa que, de pronto, se comienza a relajar. Pongo atención y suelto mis manos en el momento justo, con una mordaza de calcetines amarrada con una playera prevengo sus gritos, con el cinturón inmovilizo sus manos detrás de la espalda.

Salgo tranquilamente con él al hombro, aunque pesa más de lo que pensé, no me demora más de 10 minutos en llevarle. Se despertó a la mitad del camino pero tanto es su miedo que no ha movido ni un músculo aunque todo su cuerpo se siente tenso en extremo. Ya dentro del refugio, lo bajo cuidadosamente y me topo con sus ojos que me parecen bellos, nuevamente suplicantes de una respuesta. Ahora, a la calma y la luz de las pocas velas que había encendido, pudo reconocer mi rostro. Veo que comienza a llorar mientras voy amarrando sus pies para que no pueda escapar y pego cinta canela alrededor de su boca, sin quitar la mordaza de tela.

De regreso en la casa, en la recámara de la hermana menor, examino su cuello antes de comenzar, ella tiene el sueño más pesado y duerme ruidosamente pero sus piernas son muy inquietas. Con sumo cuidado las ato con el pedazo de cuerda que procuré traer conmigo. Mis manos suben a su cuello, rozando sin querer sus pezones erectos, suspira y se remueve sin despertarse. Tomo su cuello y lo aprieto con fuerza, ella abre sus ojos e intenta gritar provocando que yo use toda mi fuerza. Su piel morena se tornó pálida y su cuerpo cayó sobre la cama. Tomo un minuto para calmarme y reviso si sigue viva. No respira. No hay pulso. Tengo dos minutos para reanimarla sin mayor daño. La tiendo sobre el suelo y en cuanto pongo mis manos sobre su pecho, abre los ojos y jala un golpe de aire. Con mi mano izquierda le tapo la boca impidiendo que la abra y con la derecha vuelvo a estrangularla, esta vez con más cuidado. En su desesperación logra darme un par de puñetazos que resuenan como campanadas en mi cabeza pero no duelen, desde hace mucho nada duele. Cayeron sus brazos sobre la alfombra, la levanto y acomodo sobre mi hombro. Me marcho cerrando la puerta.

Ahora ambos hermanos están reunidos, la menor sigue desmayada pero viva, el mayor tiene una mirada de profunda rabia. Me doy cuenta que ha intentado desamarrarse sin mucho éxito pero con mucho dolor. Sus muñecas lucen rojas y sus tobillos tienen heridas abiertas. Con voz monótona le digo que no tengo ninguna respuesta que darle, que no hay ningún por qué.

Saco mi navaja de mano de cachas negras con madera roja, voy a la mesa y la acomodo junto al juego de cuchillos que tengo listo. Elijo comenzar con una hoja de 25 centímetros, de filo recto y pesado, para despertar a la que aún duerme. Las campanas comienzan a sonar lentas y pesadas, una tras otra, conforme me acerco al cuerpo tendido al fondo de la nave industrial. Un grito ahogado tensa el ambiente y sollozos después. Una sangrante oreja que cuelgo con un hilo junto a las otras.

Una sombra sale desde el rincón oscuro donde las velas no alumbran, se acerca a la herida y se aleja. Vuelvo mi atención al varón y me acerco mientras él se retuerce e intenta alejarse inútilmente, está amarrado al poste; remueve su cabeza y lo tomo por los cabellos abundantes y tiro de ellos, acerco el cuchillo y con su movimiento lo rechaza. Voy a la mesa y tomo la navaja de mano, mi bien amada y favorita, para hacer mejor el trabajo. Jalo hacia arriba su cabellera y comienzo a cortar con el filo de la punta su cuero cabelludo. Detengo su cabeza con mis rodillas para lograr cortar la parte superior de su piel. Un sangrante trofeo que coso descuidadamente en un aro de madera preparado para tal tarea.

Jalo y reúno a los hermanos, no soporto ver la sangre separada. Corto las prendas que los cubren y contemplo sus cuerpos desnudos, tan delineados, tan bellos, tan exuberantes de vida. Dos sombras se acercan a admirar, apagan las velas y todo se mancha de oscuridad. Dime qué secretos guardas en tu pecho. Soy bueno guardando secretos, todo se me olvida. Ambos tienen la mirada muerta de espanto. No sé si sea por mí o por alguno de los seres que flotan detrás y alrededor. Anda, mujer, dime qué secretos guardas dentro de ti. Ella sólo observa como recorro su cuerpo con un cuchillo delgado y largo. Acaricio el cuerpo del joven, que también guarda secretos dentro de sí. Una sombra, Mi Sombra me dice que busque esos secretos, donde sea que los tengan guardados. Dice que podría empezar por buscar en el vientre de él, pues tiene más secretos que ella. Su voz suena como siempre, lacónica y ultramarina.

Mis ojos se oscurecen y el filo del cuchillo se estremece al contacto con la tibia sangre del joven. Las campanadas sonaron con mayor fuerza y su repique era de un gusto fúnebre que celebra. Al cabo todo es un sueño dentro de un sueño... Abro sus entrañas y con mis manos saco uno a uno sus órganos; no encuentro secretos en el intestino ni en su estómago ni en los riñones. Abro su pecho y extraigo los pulmones, corazón, tampoco ahí tiene secretos. Frustrado voy por el mazo y de un golpe seco abro su cráneo y no hay más que sesos y sangre. Su cuerpo se quedó inerte al sacarle el primer pulmón, ahora con la cabeza estrellada movió los miembros en espasmos mecánicos. Ni siquiera en los ojos logro ver el brillo de un secreto guardado, están opacos.

Mis ojos siguen ciegos, negramente ciegos. Voy a buscar los secretos de ella, debe tener los secretos de ambos y ambos pretendieron engañarme. De tajo abro su cuerpo desde el vientre hasta el pecho. Rajo su matriz para buscar el secreto de la vida, destrozo sus intestinos, arranco y desmenuzo sus entrañas y ella se convulsiona de dolor. Arranco su corazón y lo exprimo, sus pulmones también. Vacío. Vacío. Vacío. Saco con mis dedos los ojos muertos y no hablan secretos de ultratumba. Todo está vacío. Las campanas han dejado de sonar...

De las sombras brota una risa burlona y tétrica, como si un caldero lleno de espesa sangre humana se riera y soltara borbotones de manchas rojas. No había secreto alguno y la sombra lo supo siempre. Su risa es insoportable, da nauseas y es pestilente. Mis ojos se aclaran y veo con horror el nuevo espectáculo del homicidio cometido. Mis manos húmedas y bermejas me delatan. No puedo actuar con la misma frialdad de nuevo, la perdí junto con todo lo demás. Esa risa no se detiene, me acusa, se burla y se extiende.

Aún puede haber secretos, no has terminado de buscar... Temblando, voy hacia la mesa, tomo un cuchillo de hoja terminada en punta, su filo refleja la oscuridad que me rodea. Su navaja no brilla. Busco los secretos que están guardados dentro de un cuerpo que aún vive...

Nunca hubo secretos. Sólo una profunda lujuria por la sangre aterciopelada y tibia brotando de las entrañas. Nunca existió sombra alguna ni oscuridad. Sólo el deseo desmedido, el impulso desbocado. Nunca estuve ciego, sólo me negaba a afrontar la realidad.

Las campanas hace mucho, mucho tiempo habían dejado de sonar...

miércoles, 25 de junio de 2014

Colisión II

Hoy no pude lograr más. Me senté y me llevé las manos a la cabeza. Había insistido una vez más con ese estribillo de ser parte de la familia, tan sólo para que me recordaran que yo no era parte de ella, así de tajante como suena. Si estaba enojado era conmigo y con nadie más.

Siempre debí resignarme a ser el hijo incómodo pero soy muy terco y no sé resignarme con facilidad. Hoy, al sacarme las gafas, me di cuenta de que estaba cansado de querer ser parte de algo donde hacía mucho yo era pretexto, excusa para no romper y ser libre. Fue la mejor manera de decirme que era algo así como un amado tormento que mantenía unidos a mis padres, amado aunque tormento al fin.

Por eso me derrumbé y me admití derrotado por la circunstancia, ya no me importaba si era parte o no. Saliendo por aquella puerta, dejaba eternamente atrás a todos, sin opción ni deseo de regresar ¿Para qué volver a molestar a esas personas que buscan, al igual que yo, ser felices? Es ese punto en el que simplemente estás sobre el filo de la navaja y es una navaja jodidamente delgada y afilada.

Retumbó una pregunta incómoda ¿Qué harás ahora? Quizás brincar abriendo las piernas y sonreír al ser partido a la mitad por ese filo. Eso sería suicida. Sí lo sé y es por eso que pretendo hacerlo. Eso no acaba ni mejora nada. Tal vez resbale, no puedo pensar ahora ¿Para qué me presionas?

Ves en mi rostro el triste abandono y cómo duele. Confusión también, miedo y desconfianza, ira contenida y amargura desbordada. Lejanía, siempre aquí y allá, lejos lejos lejos. Por eso volé y por eso vuelo, para estar lejos. Me quieren lejos. Luego me quieren de vuelta, mejor aún si nunca me fui, para abandonarme otra vez a su antojo. Sigo encima de la navaja. Y lejos, siempre lejos...

martes, 24 de junio de 2014

Colisión I

Mientras sonaban los lúcidos acordes beethovianos en mis altavoces, fue resurgiendo desde mi sombra la ceguera negra, la que nubla mis ojos con profundos abismos inescrutables. Su canto era de amistad, de fraternidad entre los hombres, de libertad, altos ideales de la mente de Schiller. Mi canto era de sangre, ira y muerte, altos ideales de Saturno eclipsado en Orión. Sus voces eran angelicales, la mía abisal.

No pude negar su ascenso, es más fuerte que yo en este momento. Esa sed que no acaba sigue en aumento y consume todo cual incendio de flamígeras sílfides que danzan. Una profunda oscuridad me envuelve, sube a borbotones como negro petróleo hirviente. Ahora no hay reflejos de la flama interior, todo es negro, sin brillo, sin reflejos, sin materia. La Nada de la que nací y que me consume lentamente, vuelve para alimentarse de mí.

El reflejo de mis propios ojos en los lentes nunca fue tan claro, los espejos son elocuentes. Crecen deseos ya olvidados, se vuelcan...

Salté por la ventana del segundo piso, el estruendo de los vidrios violentados nunca sonó. Nunca sentí el golpe seco contra el suelo, ni el inevitable golpe contra la barda de la casa. Todo era negro alrededor y no percibía ni el aire que soplaba con fuerza aquella tarde.

Dentro del oscuro caparazón escuchaba una voz mísera, deprimente y temblorosa que rogaba porque le dejara lamer mis heridas para sanarse a sí e iluminarse con mi sangre. Imploraba como si en ello se jugase la existencia.

- Déjame tomarte de la mano y volaremos juntos a un lugar apartado donde podamos, como amantes, morir juntos... A la sombra de una cueva en una luna de las siete que nos circundan, donde no hay luz, donde ninguna estrella brilla más ¿Me dejas besar tu herida? Tal vez así mi alma se sane. Con tu sangre, libérame de este destino, ilumina mi oscuridad, ilumíname con tu calor... Casi en un suspiro se fue silenciando esa voz.

Seguí hundiéndome lentamente en la viscosidad de esa envoltura que cegaba mi razón, sin dejarme saber qué sucedía afuera... Plutón avanza hacia Saturno, Orión encierra a ambos en su cuadratura. El caos avanza.

Se escucha un murmullo cantando...

- Sombras, sombras, sombras acechad,
mis manos ya pronto caerán
y sus labios con su veneno se van a sellar.

¡Ya viene! Escucho sus pasos
¡Al fin! Querido llegaste ya.
Acércate, tengo lo que pediste...

Alguien me toma de la mano, el tacto es frío y extrañado. Con insistencia acerca algo a mis manos como deseando que lo tome, tiemblan y van perdiendo fuerza, luego caen y me dejan libre... Descansa.
La luna eclipsa al sol y se tiñe de sangre. Todo sigue negro, siglos pueden diluirse hasta que pueda resurgir de esta trampa de alquitrán.

Miles de voces que gritan, sollozan, hablan, balbucean, ríen, lloran, se desgarran sanguinolentas. Un jardín en penumbras se divisa al frente, un cuerpo arrastra un bulto entre los matorrales de rosas que se deshacen al estremecerse. Lo sigo, me lleva con ellos, veo cómo entierra el bulto en el jardín. Camina y se esfuma, frente a mí sólo el recuerdo del jardín y de nuevo la negra espesura que me acorrala.

El tiempo ha caminado hacia atrás desde que llegué aquí. Todo va en reversa pero nada queda deshecho, el bulto enterrado sigue muerto, el cuerpo vivo. Sopla el viento desde la izquierda. Árboles y un bosque neblinoso y profundo se extiende allá. Camino lento, con pasos viscosos y empantanados a través de la foresta. Me detengo al ver cómo asesinan a una persona que luego fue bulto. Golpes y cortes lo fulminaron, la sangre envolvía la atmósfera. Gritos de dolor que fueron acallados, bocas que fueron enmudecidas. Nadie estuvo ahí, nunca. El tiempo sigue avanzando al contrario, se vuelve denso, se atora y termina estancado.

...

Aire, sigue soplando el aire... El bosque se desvanece, la negrura se aclara. Poco a poco distingo lo que mis ojos ennegrecidos no me mostraban, el gris suelo de la fábrica abandonada, las ventanas con vidrios rotos, las paredes desnudas y profundamente vandalizadas, el portón enorme y entreabierto, mis manos húmedas, mi boca pastosa y con un fuerte sabor de hierro me invade las entrañas mi propia saliva. Los colores se vuelven nítidos, afuera el cielo está encapotado y las hojas de los árboles relucen de un verde vibrante, lavadas por las continuas lluvias. Hay muchas manchas oscuras y moscas que zumban detrás de mí además de los insectos que se arrastran por el suelo atraídos por la peste que sigue detrás de mí, inerte. No sé cómo llegué aquí.

Me vuelvo despacio, girando por la derecha hasta quedar frente a ese cuerpo, desollado, con las entrañas arrancadas en vivo, todavía con la cara en un rictus de profundo dolor... ¿Qué secretos escondías dentro que tuve que arrancarlos de tu barriga? No sé cómo llegamos a esto. Espero no volver a despertar los horrores de los casi olvidados demonios que no me dan descanso. Me niego a compartir mi destino con el cadáver que veo.

Con infantil inocencia, me acerco, lo examino, descubro con algo de sorpresa que conozco a esta persona. Giré su cuerpo para dejarlo en una posición ligeramente distinta, sobre el costado izquierdo y lo acomodé como si durmiera, en posición fetal. Acomodé dentro de su ahuecado torso sus vísceras ya pútridas y coaguladas. Volví a envolver el desnudo cráneo con la piel. Cerré los ojos con mis manos y sellé el cadáver con un beso, quizás con eso mi crimen sea perdonado...

Nos volveremos a ver

Sigamos sonriendo como solemos hacer,
algún día nos volveremos a ver.
Ahora deben los vientos cambiar
en su diario soplar y las velas hincharán.

Las barcas se separan al salir del puerto,
algunas flotan a la deriva, otras con guía
inciertas se adentran en el mar
y algunas más se dirigen a su destino.

Las amarras no ayudan a avanzar
aunque sostengan la nao en tormentas.

Nos volveremos a ver, no lo sé bien.
Pero te volveré a ver algún día
y tu sonrisa me iluminará el rostro
y mis brazos correrán a los tuyos.

En mi cabeza tal vez habrán anidado
mil inviernos blancos y helados
pero mi corazón seguirá brillando
de negro tornasol como refulge hoy.

lunes, 23 de junio de 2014

Gotas de agua

Comienza la gota rodando
cayendo hacia el verde rutilante
del fresco césped y su reflejo.

Comienza la humilde gota
como lágrima en mi ojo derecho
y se desparrama hacia el suelo.

Comienza la gota cayendo
del techo mohoso y con salitre
para horadarme el cráneo entero.

Comienza la gota sin intención
y en la intención bendice
o mata quien la dice.

viernes, 20 de junio de 2014

Historia de la creación

Hubo un tiempo en que en el Universo no había soles ni galaxias, era un enorme vacío enmedio de otros vacíos que se unían y uno engullía al otro y entonces dejaba de estar vacío... Cuando se comieron unos a otros y no fue posible seguir, se convirtieron en extraños seres, evolucionaron y con ellos su conocimiento que tenían del mundo.

Todo era oscuro pero ellos sabían ver en esa tosca negrura. Uno de ellos creó los colores y de pronto su cuerpo amorfo se iluminó con destellos que parecían hologramas, escogió el color que más le gustaba y regaló los otros a quien se atreviera a tomarlos. Elevó su brillo dorado y entonces se hizo una esfera gigante, flotando y alumbrando al espacio que los engullía por vez primera.

Cada uno de los que tomaron un color se repartió por aquí y por allá y se fueron creando el agua, la tierra, el aire, el fuego, el éter. Habiendo Luz y Elementales, alguien cantó y otros sonidos y voces le siguieron y de ese canto surgió una bola de terciopelo enorme, como un huevo de avestruz, que al abrirse mostró en su interior a un ser único, especial, sin división ni mancha. Siguieron cantando y naciendo estos bellos seres, capaces de crear como sus creadores y pronto los sobrepasaron en habilidad.

Algunos de los que cantaron, se refugiaron de vuelta en la oscuridad que les era natural. Se contagiaron de algunos colores y mostraban intrincados tatuajes de viva belleza. Otros más, dieron toda su energía para crear y sostener la vida nueva. Otros más durmieron y olvidaron lo que eran, volviéndose polvo que flota entre las estrellas.

Lo demás, ya es historia conocida. La vida se crea y recrea a sí misma luego de ser creada por vez primera y cada vez cambia, aunque sea la misma vida...

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Mi abuelo me contaba una y otra vez esta historia y cada vez sus ojos brillaban y su corazón se animaba, endulzando su voz de trueno hasta parecer un arrullo de terciopelo y satín. Yo soñaba, abiertos los ojos, en esos tiempos lejanos, dentro de mí, surgía la luz de un débil recuerdo que palpitaba en mi corazón.

miércoles, 18 de junio de 2014

Recuerdo de postguerra

Con los lentos acordes de judaicas canciones
recuerdo los viejos días en que paseaba
por las tardes húmedas y grises, con sombrero
y bastón y del otro lado, tú de mi brazo.

Aquellas calles antiquísimas con candeleros,
a cada esquina con carros, gendarmes o pordioseros,
de la Brillante Alemania, patria próspera
donde el ingenio y el esfuerzo tuvieron su cuna,
nos contemplaban brillantes y húmedas
al andar felices, hablando tonterías
y comiendo, como siempre, strudel
antes de ir a tomar té a mi apartamento.

¡Oh Wilhemina! Tan dulce me sabían tus besos
que tantas veces juré hacerte un altar
y en él adorar eternamente a tu ser.

Ahora, en otra vida, otro tiempo, otro lugar
con diferente lengua y piel marrón
te recuerdo y confieso que no te busco, mi amor.

Juegos húmedos

- Oye ¿Dónde estás?

- ¿Quién? ¿yo?
- ¿O Yo?
- De seguro yo no.

- Si soy yo, estoy por acá...


- ¿Dónde? No te ubico...

- Acá abajo de esto.

- ¡Ah! Creo que te encontré

- ¡Déjame en paz! ¡Aléjateeeeeeeeee!

-¡Oh! Creo que no era yo.

- ¿Entonces por dónde estás?

- Creo que si abrieras los ojos y dejarás de jugar me encontrarías... Provocarás que nos saquen de la piscina.



Carnaval N.O.

Una guitarra al ritmo de blues,
el canto metálico de una mujer
y un trombón de cúprico sonido
alegran la nublada muerte del sol.

Los acordeones suenan fúnebres
pero nadie llora, bailan con sonrisas.

Recordé que era noche de Carnaval,
el jazz y el blues y los gritos...
y la gente me rodeaba, aquí y allá
siendo tragado por la masa.

Me embriagué del ruido, bailé,
celebré al día sórdido que moría
y a la noche tibia que nacía.
Volveré a New Orleans algún día.

Escarabajos Cerrados

Hace mucho que no escribía... Me decían quedo mis dedos, mis manos, mis plumas.
Hace mucho que no salías de tus miserias, vagabundo...

De pronto la lluvia comenzó a caer, un pequeño diluvio en medio de la tarde, mientras la gente corría apresurada a refugiarse: Madres con hijos-tortugas haciendo lo que podían ante lo repentino e inevitable, un carnicero pulcro se apresuró a resguardar los chicharrones que exhibía en una vitrina, el tendero que mete las cajas de verdura y los perros calientes ahora se enfrían, el sol ya no los calienta como siempre a esta hora.

¡Mira! ¡Va por allá! ¿Te fijaste qué rápido escapó el candado aquél que tenías en la cabeza? Pareciera que estaba esperando a que lloviera para marcharse...

Volviendo mi cabeza hacia la ventana inundada de gotas que se estrellaban, te dije: Es que es su ciclo de migración ¿sabes? Ese era un escarabajo cerrado que necesitaba que lloviera una tarde, de manera repentina, para seguir su camino hacia el norte, donde habrá de aparearse y morir en cuanto se abran los botones de las rosas en la India, de donde es natal. Eso puede suceder hoy o quizás mañana o nunca, depende del rosal del cual surgió ese escarabajo.

Por su color, creo que nació de un rosal hermoso, frondoso pero que da pocas rosas y son de color bermejo muy oscuro, casi parecen de terciopelo profundo, así como tus ojos y tu voz.

Los escarabajos cerrados nacen de las raíces de los rosales que son plantados durante los primeros días del monzón veraniego. La lluvia y la tierra, anegadas, se endurecen alrededor de la semilla de rosa. Si llovió al caer el sol será una hembra la que emergerá el primer día del invierno en forma de una pupa inmadura que trepa la planta y se afianza en un tallo, volviéndose el primer botón de la rosa del arbusto; si nadie corta el capullo, crecerá una hermosa rosa de grandes y gruesos pétalos, muy fragante y de su interior saldrá volando una escarabajo cerrado del mismo color que su flor. Para que nazca un macho es necesario que llueva por la mañana y salga una luna, al menos, en cuarto menguante en un cielo de pocas nubes, al día siguiente, nacerá en estado adulto un macho aún inmaduro de sus alas que deberá caminar mucho antes de aprender a volar.

En días de monzón intenso, con noche de luna llena, nacen los escarabajos cerrados de Yuga. Extraños insectos capaces de predecir toda una era, por llevarla tatuada en sus finas alas y en sus patas. Nunca deben ser tocados ni capturados, pues son tremendamente violentos, con fuerza suficiente para aplastar el cráneo de un hipopótamo africano de un sólo golpe.

Su ciclo de migración los lleva de la India hacia el mar de Japón, donde se nutren comiendo los desechos de infinidad de peces capturados y desollados vivos, durante todo un año. Continúan volando hacia Australia donde compiten ferozmente contra las arañas violinistas por el agua. Emprenden su vuelo pasadas dos semanas, periodo suficiente para llenarse de agua las mandíbulas multicolores, apuntando hacia América, primero aterrizando en México. Aquí descansa de su travesía durante el tiempo que esté sin llover, anidando en las cabezas de algunos cuantos locos que son capaces de verlos, así como yo...

Ensueño ultramarino

Cielos tornasoles, de estrellas avanzando
calmas ondas por el agua flotan.
Rumor cálido, tranquilo y salado
en mis oídos, mi piel, mis labios.

El azul oscuro del cielo brilla aquí abajo,
las olas de blanca espuma se pintan al romper.
Mis pies se desdibujan de la arena
mientras contemplo el atardecer callado.

Danza parsimoniosa en el océano,
ballenas migrando, atunes nadando
Mi barca descansa en la orilla,
el mar pronto se la habrá llevado.

Me quedo varado en esta isla,
el sol se está ocultando...
Me arrullo con la luna
y las estrellas me están cobijando.

Olas, olas, de espuma salada o satín
de color rosa, blanco, dorado o carmín,
suenan en la arena al romper,
resuenan las ondas en el mar al volver.

Mar Océano de agua multicolor,
devuelve mi barca, me marcho yo.
El sol despierta, amanece ya
devuélveme mi barca para zarpar.

miércoles, 4 de junio de 2014

Hagamos un poema

Hagamos un poema juntos
con mis manos y tus dedos
con mis labios y tus besos
con mis llantos y tus sueños.

Hagamos un poema
que destile sangre y vida,
que muera en mil llamas
la tinta bermeja consumida.

Hagamos juntos un poema
de éxtasis, amor o locura;
hagamos un poema
de pasión y noches infinitas
de nocturnos y buenos días.

Anda y ve

Me pides que no te espere
y no entiendes que yo siempre estaré aquí,
esperando a que vuelvas.
Cual perro fiel, cual idiota que ha perdido el norte,
cual niño extraviado en el centro comercial.

Comprendo
siempre comprendo, que necesitas irte.
Naciste inquieto venado,
no puedo amarrarte sin sentirme malvado delincuente.

Ya sabía yo
que te marcharías.

¡Brinca, Venado! ¡Vuela!
Que no soporto verte caída
en tierra, herida, sufrida en tierra.
¡Brinca Venado! ¡Corre y vuela!

Comprende mi llanto, es agridulce, alegre y triste,
como el ronco graznido de los cuervos,
como la extraña mirada roja del conejo.

No dudes que aquí seguiré cuando vuelvas,
Cuervo y Conejo,
ambos en el mismo sitio
donde nos vimos por última vez,
antes de ver que te marchabas.

¡Ve Mujer Guerrera! ¡Sana tus heridas y lava tu Alma!
Con todo mi amor por ti cumplo con la promesa que te he hecho:
Siempre estaré aquí si necesitas de mí.
Siempre respetaré tu propio camino y vuelo.

Ahora, el Conejo corre a su madriguera...
Ahora, el Venado corre a su bosque sin espinos desérticos.

Ahora, se queda y observa las huellas,
ve los caminos y los recuerda y olvida
Ahora... llora y vuela al nido el Cuervo.