lunes, 18 de agosto de 2014

Deseo alborotado.

Déjame acariciar tu piel,
trenzarme en tu pubis sin depilar
y ser saliva en tus labios.

Déjame tocar tu espalda,
contar tus pecas
y con ellas formar constelaciones
para tener al cosmos
entre mis dedos.

Permite que el sudor de ambos
se diluya en las sábanas
y sea el calor un mutuo refugio
para nuestros cuerpos desnudos.

Dame en la boca tu palpitar
de sexo candente,
de corazón acelerado,
en un orgasmo convulsionado.

viernes, 8 de agosto de 2014

Poeta casado

Entre tus manos las mías,
Besos tiernos, corazones apasionados
Te entrego mi vida
Pero esta noche durmamos.

Entre las separadas camas
Tu alma y la mía se funden,
En nuestro pequeño espacio
El espíritu renace.

Suerte es vivir con un poeta
Que me dedica sus versos
Y me hace el amor mil veces

Con sólo tocarme con sus besos…

lunes, 4 de agosto de 2014

Aquella cita nunca debió suceder...

Estimad@s: El siguiente relato es publicado luego de varios meses de trabajo en él. Casi un año. Espero que les guste, iba a advertirles del lenguaje y las escenas y bla, bla, bla pero saben que me gusta dejar que cada quien lea y considere si debe seguir o detenerse.

Les presento mi: Cuento en tres partes; Aquella cita nunca debió suceder...



Parte I. ¿Crees que eres el mero mero?

Todo indicaba que sería mejor permanecer en casa y beber chocolate caliente mientras se pintaba las uñas con los extraños diseños que les gustaban tanto a... Jazmín, que era el nombre que le servía para despistar a los cachondos que lo confundían con la mujer de sus sueños.

Su nombre real es irrelevante para la historia, poco de lo acontecido le sucedió "vistiendo sus pantalones", por decirlo de algún modo.

En fin, Jazmín ya se había duchado y se estaba peinando cuando su celular vibró sobre el taburete, a un lado de su cama. Lo ignoró y siguió con su cabello. Cuando estaba por terminar de maquillarse, nuevamente vibró su teléfono e inmediatamente después sonó una llamada que recibió con una sonrisa en su rostro; observó el número y aclaró su garganta para lograr el tono terso y sensual que conquistó a su novio en turno, un mocoso sobrehormonado de 15, quizás 16 años, con la cara llena de acné pero con una autoestima demasiado alta: Se consideraba a sí mismo como un Mauricio Garcés renacido y todo un Pedro Infante al hablar de su guapura. Sólo que no sabía distinguir la diferencia entre una mujer y un travestí. Al colgar en la peinada cabeza de Jazmín volaba la pregunta ¿Crees que eres el mero mero?.

Acordaron verse en La Alameda, convenientemente cercano para Jazmín que vivía a un par de colonias de ahí pero extremadamente lejano para su novio, quien venía a verla hasta Celaya desde Querétaro. Era el inconveniente que encontraba el muchacho en eso de conseguir citas por internet, aunque tal situación nunca le incomodó en realidad al ser un junior caprichoso que exprimía a los idiotas que tenía por padres. Con su dinero conseguía que sus citas se abrieran de piernas tarde o temprano y esta nueva conquista no sería excepción, se aseguraba mientras se trasladaba hasta la otra ciudad.

Cinco de la tarde en el reloj, Raúl descendía del autobús y corría a tomar un taxi, un accidente en la carretera lo retrasó media hora y la furia se notaba en todo su cuerpo. Cinco y quince, pagaba el viaje y respirando con tranquilidad guardó su celular y se fue a sentar en una banca; una morena con un vestido diminuto en color turquesa, el cabello modestamente arreglado, se le acercó por la espalda y lo abrazó. El joven le tomó las manos y, levantándose, se giró para quedar de frente a ella y besarle las manos con un gesto ridículo y exagerado que acostumbraba. 

Después de todo, aunque tenga la cara cacariza, con un buen varo, te chingas a la que sea... -Decía con cinismo cuando presumía a sus amigos su suerte con las féminas.

Platicaron trivialidades, tonterías que sólo un cabeza hueca es capaz de comprender y considerarlas entretenidas y muy interesantes. La fue llevando poco a poco hacia donde él era capaz de atraparla; la plática pasó de ser sobre lo bien que se le veían los aretes que llevaba puestos –y que hacían juego con las luces de su cabello–, a alabar su esbelto cuerpo y sus caderas que tanto le llamaban la atención, mientras tanto, ella se dejaba llevar por el embeleso de saberse casi idolatrada en cada frase que el puberto destilaba en sus oídos. Pasaron un par de horas en el Caramel Coffee dedicados a aquella cursilería, entre tragos de cerveza.


- A esta me la voy a coger en corto, se nota que está bien pinche urgida -Pensaba Raúl conforme acariciaba una mano de su compañera y la mujer le sonreía seductora entornando los ojos. Otro par de bebidas consumidas; era el momento: Se lanzó a ganar o morir y la invitó a ir a "un lugar más cómodo, donde los dos pudieran tener algo de intimidad y platicar sin problemas ni gente entrometiéndose" (en su burbuja de lambisconería y seducción barata). Jazmín se le quedó viendo seriamente, con una ceja levantada; le sorprendió la audacia del mocoso que se sobrevaluaba a sí mismo. Se hizo un silencio incómodo que provocó una sudoración excesiva en Raúl.


Jazmín pidió la cuenta y, poniendo un dedo sobre la boca de Raúl, le mandó un beso y guiñó un ojo. - Soy tuya todo lo que resta de la tarde, tengo que regresar a mi casa antes de las 9, no me gusta andar de noche fuera de casa. -Era todo lo que hacía falta para motivar al joven.


Subieron al taxi y él apenas pudo contenerse, animado por los vapores etílicos y las hormonas que se agolpaban en su cabeza, se fue encima de su acompañante tratando de besarla y acariciarla ante la negativa de la "muchacha". De mala gana se acomodó del otro lado del asiento y comenzó a preguntarle sobre sus anteriores parejas, ella simplemente se reía y le preguntaba a su vez la necesidad de hablar de eso justo antes de ir a un motel. - ¿Acaso piensas que no sé a dónde vamos? El Mónaco queda por acá... -. 40 minutos después, la pareja ya estaba en una cómoda recámara, aislados del mundo exterior.


Pidieron un par de six-packs de cerveza para beberlas mientras platicaban recostados. Una cerveza, dos cervezas, tres... Jazmín esperó pacientemente a que él solo se tomara 10 cervezas, ofreciéndole una tras otra, mientras lo acompañaba brindando con las latas vacías. Encargaron aún seis cervezas más, aprovechando el tiempo en retozar alegres.


Jazmín se montó sobre la cadera de Raúl, sentía el bulto de su erección creciendo; desabrochó su camisa y lamió dulcemente su pecho, mordía los pezones y sonreía al ver cómo brincaba por el dolor. El sonido de la puerta les avisó que su pedido estaba listo. Presurosa lo acercó a un lado de la cama y abrió dos cervezas, extendió una al chico y con un ademán la tomó y le dio un sorbo. Ella aprovechó para dejar su lata en el suelo y comenzar a desabrocharle el pantalón. Cuando el muchacho volteó a ver, ya tenía los calzones en los tobillos y su pene estaba entre las manos hábiles de su amante, que lo masturbaba lentamente.


Dejándose hacer, el ebrio adolescente disfrutó sin preocupaciones de esas manos y esa boca expertas en el arte sexual. La sensación era maravillosa, se había equivocado al juzgar a Jazmín como una tonta cualquiera que no sabe hacer mucho en la cama, cuya única gracia era tener un culo bien formado. La excitación hervía en sus venas, ayudada por el alcohol que seguía sorbiendo. Comenzó a sentir ese cosquilleo tan peculiar que anuncia la inminente llegada de un orgasmo, no alcanzó a decir nada cuando entre sonidos guturales y contracciones pélvicas, terminó en la boca que lo acariciaba. Jazmín siguió acariciando levemente el cuerpo del joven, como si lo arrullara con mucha ternura.


Aquello fue demasiado, Raúl se quedó dormido en pocos minutos. El travestí aprovechó para beber la cerveza que había dejado en el piso, quería sacarse ese sabor que sentía en la boca y la garganta. Observó a aquél niño cachondo que pretendía follarlo, sin saber que bien podría resultar al contrario; le parecía tan patético pero ciertamente no era feo: El abdomen marcado, con unos pectorales algo desarrollados, unas piernas lampiñas y algo faltas de carnes, los brazos eran de buen tamaño. El único problema era su acné.


Jazmín se acercó a la cara del joven, besó sus labios mientras se masturbaba; ya le resultaba complicado esconder su erección en la diminuta tanga que usaba ese día. Se enderezó justo antes al sentir que el fin de su fantasía estaba cerca, acercó su cadera a la cara del joven y silenciosamente vació una eyaculación abundante sobre la cara y boca del puberto. Aún le besó después y tranquilamente tomó sus pertenencias, arregló su ropa y salió de la recámara con un sentimiento de culpa, que dejó atrás conforme salía del motel y tomaba un taxi de regreso a su casa.


Parte II. Martín y "La Bestia"

3:00 pm, el cielo luce surcado por gruesas nubes blancas, veraniegas. Por la ventana entra plena la luz y el viento suave refrescando a Jazmín. Su vista está clavada en un punto, algunas líneas en las 19 pulgadas de pantalla que le alumbran y queman las pupilas. Fotos, fotos, vídeos y más vídeos, desde las clásicas y muy normales penetraciones sencillas hasta puños dentro de dilatados orificios corporales.


Un aviso en otra pestaña le hizo cambiar su atención de aquellas páginas de porno gay que le gustaba ver los domingos por las tardes. En su perfil de Facebook alguien le mandó un mensaje privado, muy personal.


- Me encantaron tus fotos, tienes unas piernas hermosas y esa tanga te hace lucir despampanante!!!! Me podrías hacer el gran honor de permitirme conocerte en persona? Estás riquísima mamacita!!!!!!- Jejeje gracias, me alagas... Pero no se vale, nada más tú tienes fotos mías, yo ni sé quién eres...- Te mando unas fotos mías, a ver si te gusto, chiquita, en serio estás deliciosa... Si vieras como me la pones.


Acto seguido, tres primeros planos de un pene erecto. Una sonrisa con sabor a aburrimiento asomó a los labios de Jazmín, si quisiera ver penes, sería mejor abrir las piernas y mirarme la verga que tengo yo y que además está más grande y bonita, pensaba para sí. Siguió la plática al nuevo acosa... emm, amigo que la agregaba al Facebook, viendo hasta dónde podía llegar con él.


23 años, fornido, con abundante vello en todo el cuerpo, de facciones honestamente toscas. Se notaba a todas luces que era uno de esos desgraciados manipuladores que sólo buscan sexo ocasional a cambio de una supuesta amistad consistente en algunos cuantos mensajes a la semana prodigando amor eterno y dándoles el avión siempre en todo lo que ellas le contaran. Ciertamente se salía de su perfil favorito, no obstante, el reto le motivaba.


¡Conquístame nene! fue lo último que escribió ese día a ese muchacho.


Tuvieron que pasar 5 semanas antes de que Jazmín se decidiera a darle el tan esperado "sí" a Martín, quien ya se desesperaba de sólo recibir fotos sugerentes de un trasero bien formado y adornado con múltiple lencería... Nunca le preguntó por qué no le mandaba fotos de sus senos ni de depilado Monte de Venus que tanto le presumía sin mostrarle. Tal vez debió hacerlo antes de preguntarle si quería pasar un buen rato en su compañía.


Mas la desesperación, la obstinación y la lujuria no son buenas consejeras y aquél día, mientras esperaba a Jazmín afuera del Templo Del Carmen, Martín les prestaba irrestricta atención a sus abrasadoras voces.


Cuando el reloj marcaba las 6 de la tarde, la vio aparecer, su cuerpo se veía aún más torneado que en sus fotos, comprendió que una fotografía de su pecho no sería la gran cosa pero que, entre esas piernas debía de existir la puerta al Paraíso del Jardín del Edén a donde él, cuál ángel guardián, entraría a pasear dejando claro quién llevaba los pantalones ahí. En su mente, aparecía él, imponente en su traje de cowboy alado, con su flamante sombrero y una actitud de macho de comercial de cigarrillos, entrando por entre las piernas-puertas de su amante, bañado por una primaveral lluvia que lo refrescaba luego de una batalla de épicas proporciones; levantando la vista, dejaba que su sombrero volara y todo su ser, desprovisto mágicamente de su ropa vaquera, se mojara...


Ese "Hola, corazón" lo devolvió a la realidad. La saludó con efusividad, besando parte de sus labios intencionadamente, gesto que Jazmín agradeció lamiendo discretamente sus labios y dedicándole una mirada cachonda. Caminaron rumbo a la "Universal" para beberse un par de cervezas y platicar.


Estando en aquél lugar, Martín mostraba ser más entendido que Raúl en eso de la seducción, su estilo era más refinado aunque no precisamente elegante. Aunque al menos, y eso era una verdadera ganancia aceptaba Jazmín, no buscaba sólo hablar de sus hazañas sexuales que sonaban más a película pornográfica. Lograba envolverla con su plática, la hacía sentirse interesada por esas tonterías del rodeo que le platicaba, incluso le armó polémica por el maltrato que sufren los animales en esos lugares. Dieron las 8:30 y esta vez no sentía esa urgencia de largarse volando a su casa como le sucedía con otras citas.


Jazmín sugirió ir a otro lado, enfatizando la última parte de la frase con una mano acariciando el muslo del hombre, quien se aprestó a pedir la cuenta y pagar de inmediato. En toda la noche no escuchó palabras más sonoras que esas.


Instalados en su recámara del socorrido Mónaco, ella empezó su juego de pedir cervezas y darlas a beber a su hombre con el fin de emborracharlo pero Martín no era un mozalbete cualquiera que va y se embriaga en cualquier lugar donde haya alcohol en cantidad suficiente. Ella tenía que beber casi a la par aunque no era que le importara mucho. Aprovechando que él se dirigía al baño, sacó de su bolso de mano un gotero, vertió un par de gotas en la cerveza de Martín para luego descargar tres gotas más y agitar ligeramente la bebida para mezclar las sustancias. El ruido de la orina al caer en el retrete se detuvo, agua corriendo e instantes después salía un sonriente Martín sacudiéndose las manos húmedas.


Mientras él, ignorante del nuevo cóctel que se bebía, veía a la pelirroja penetrada por una descomunal polla negra, Jazmín entretenía su boca con su "gran" sexo erecto (al que él se refería como la bestia, según le escuchó cuchichear en el baño mientras orinaba). Martín se terminó la cerveza e iba perdiendo la erección porque se sentía algo mareado y con mucho sueño; se apresuró a pedirle disculpas a esa fémina que, aún vestida, seguía lamiendo su miembro. Ella, con cara coqueta, jugueteando con su glande, le sugirió tomar una siesta y al despertar podrían saciarse mutuamente su sed de sexo. Él asintió y calló.


Jazmín no dejaba en paz el entumecido pene mientras notaba que el propio comenzaba a hincharse dentro de su tanga. Al bajar una mano a su entrepierna, se detuvo observando la cara relajada de Martín que dormía pesadamente. Se irguió y quedó pensativa, notaba claramente el sabor de su pene, incluso notaba el aroma que tenía por todo el rostro. Algo dentro de su cerebro debió cambiar el sentido de sus giros porque no continuó con su acostumbrado ritual de masturbarse y eyacular en el rostro o, si "la circunstancia ameritaba" violar analmente a sus dormidos acompañantes.


En lugar de eso, recogió en silencio y despacio sus pertenencias, sacó de su bolso un bloc de notas adhesivas y una pluma con los que le dejó una nota a Martín pegada cerca de su billetera en la mesa de noche. Lo miró de nuevo y bajó la vista, Jazmín salió de la recámara sintiendo una confusión turbulenta rugiendo en cada recóndita célula de su cuerpo.


Una noche dos días después Jazmín recibió un mensaje de Martín donde le preguntaba por su huida. Ella se excusó arguyendo un problema familiar muy fuerte pero le propuso verse otra vez y consumar lo que quedara pendiente de aquella cita, de la que ella misma se dijera absolutamente insatisfecha.


Acordaron verse el sábado siguiente, esta vez en La Alameda para ir, inmediatamente, al motel y así lo hicieron, aunque esta ocasión Martín llevaba preparada una botella de vodka y jugos de diversos sabores consigo. Sólo hicieron una escala para comprar vasos desechables y un par de paquetes de condones. Lo primero que hicieron al estar en la recámara fue prepararse sendas bebidas y brindar por estar de nuevo juntos.


Platicaron, se besaron y, como era usual, ella no permitía que la tocara mucho, quizás las nalgas y las piernas pero nada más, cosa que odiaba Martín pero que sabía que podía y solía pasar. Se contentó con amasar a su gusto las nalgas de Jazmín. Ella le masturbaba magistralmente, ninguna mujer había agarrado así su miembro, con tal firmeza y dejando que la mano recorriese todo el pene haciéndole sentir oleadas de placer que se sucedían sin pausa.


Ella se separó un poco de su boca y le pidió que sirviera otro trago mientras iba al baño; había notado que se le salía el pene de la tanga y comenzaba a tener una erección que amenazaba el éxito de su fantasía. La plática seguía en aquél punto donde debatían si la tauromaquia era un arte o una tortura disfrazada. De la bolsa de papel donde llevaba los envases de jugo sacó, luego de rebuscar, un gotero similar al que Jazmín portaba en su bolso en cada cita. Sin dejar de argumentar y escuchar las respuestas de Jazmín, vertió de golpe 10 gotas en el vaso de ella, guardó la evidencia en su pantalón y preparó vodka con jugo de guayaba para dos.


Aquel día Martín despertó 15 horas después de que cayera dormido por efecto de las gotas que Jazmín le administrara. Estaba en el hospital donde habían tenido dificultades para contrarrestrar la sobredosis del medicamento oftálmico que había ingerido. Estaba rodeado de sus familiares y amigos que le dijeron que lo habían encontrado inconsciente en la recámara del motel al cumplirse las ocho horas de renta. Juró vengarse.


Con una sonrisa en verdad malévola le extendió el vaso a la travestí y propuso un brindis con motivo de que noche él sería el hombre más cansado pero más feliz del mundo y ella la mujer más sudorosa pero más satisfecha del universo. Ella celebró con una carcajada, chocando su vaso contra el otro y bebiendo de golpe la mitad de su vaso. Martín rió luego de un trago corto, su risa sonaba llena de odio.


Alegre por el efecto del alcohol, ella comenzó a jugar con su pecho, iba desnudando al joven y le decía que no le permitiría desnudarla hasta el momento en que él le dejara saborear todo su cuerpo desnudo. Él accedió, le pareció un trato justo dejarse consentir primero. No habían pasado más de cinco minutos cuando Jazmín comenzó a sentir un mareo extraño que atribuyó en primera instancia al alcohol consumido. Al intentar hacer una felación a Martín, empezó a sentir una pesadez insoportable y un malestar generalizado que la obligaron a detener sus caricias por completo.


Martín se levantó y la recostó en la cama, preguntando si se sentía bien. Ella se disculpó diciendo que no estaba acostumbrada a tomar el vodka tan cargado y que se le había subido muy rápido, con un poco de descanso seguro se sentiría más dispuesta. Él asintió y le dijo que pediría un six-pack de cerveza para ayudar a que se calmara. Jazmín apenas escuchó cuando Martín se levantaba a buscar sus calzoncillos y dinero para pagar las cervezas.


Fueron cinco las cervezas que se bebió Martín como si se tratara de agua de la fuente de la eterna virilidad. Pensaba en qué le haría a Jazmín, ahora que la tenía tal como ella lo dejara. Envalentonado por el alcohol decidió violarla salvajemente y hasta el hartazgo, aunque tuviera que usar y reusar algunas veces los preservativos. Comenzó sacándole el pantalón entallado que vestía en aquella ocasión Jazmín, que estaba recostada boca abajo. Con un movimiento brusco la tomó por el costado y la volteó para abrirle la blusa y arrancar su sujetador; además pensaba en tomarle fotos y videos al por mayor para exhibirla y escarmentarla, motivo por el cual acercaba su celular. Al observar por primera vez las piernas desnudas de Jazmín de frente y de cerca, se excitó aún más y su erecto miembro formaba un perfecto ángulo de 90º respecto de su cuerpo... Al centrar su atención a la entrepierna que lucía abultada debajo de la delicada tela de gasa aguamarina, su corazón se aceleró bruscamente y su pene perdió toda firmeza; jaló el elástico de la prenda para descubrir un pene flácido y depilado reposando entre las piernas de la que pensó mujer hasta hace unos segundos.


Una vena palpitó en la sien izquierda del hombre, su mandíbula se tensó y lanzó un puñetazo contra la pared. - ¡Méndigo joto de mierda! ¡Hijo de puta! ¡De cien mil putas, chingao!- Descargó ahora su furia en la cara de Jazmín con la palma de la mano. Decidido a vengarse, con la sangre hirviendo y el cerebro inundado de ira, volteo a Jazmín y procedió a violarlo con fuerza descomunal mientras golpeaba la espalda insensible. Ni siquiera buscaba ya venirse, sólo dañar, hacerle pagar el atrevimiento a un travestí que quizás pudo violarlo aquella vez, le daba una cuchara muy grande de su propia medicina.


Se incorporó de la cama y buscando alrededor se fue a levantar tres latas de cerveza, balbuceando improperios tales que no deben ver luz pública, se hincó entre las piernas del desmayado e intentó introducir una de las latas sin éxito, logrando que la lata se doblara; Gritó desesperado e introdujo con rudeza dos dedos en el maltrecho orificio anal, luego tres, cuatro y aunque le costó trabajo, logró introducir su puño completo desgarrando la cavidad rectal y los esfínteres anales de Jazmín. Sacó la mano bañada en sangre y excremento e intentó nuevamente introducir otra lata sin lograr otra cosa que doblarla y partirla, cortando y dañando la piel de las zonas comprometidas. Sacó la lata y con ambas manos jalaba para dilatar al máximo, escuchándose por debajo de su respiración de búfalo cómo se trozaban los tejidos delicados. Tomó la tercera lata y logró introducirla en el cuerpo de Jazmín con el brazo hasta el codo incluso, se acercó otra lata más que introdujo con misma facilidad pero ahora con mayor fuerza para meterla. Asqueado, se levantó y pateó el cuerpo inerte como si de eso dependiera su vida.


Se detuvo cuando los golpes en la puerta fueron tan fuertes que parecía que la tumbarían en cualquier momento. En ese instante, a través de las nubes rojas que le nublaban la vista, logró ver el espectáculo de un cuerpo maltrecho, vapuleado y sangrante que estaba a sus pies.


¿Qué mierda estás haciendo Martín? ¡No mames cabrón, ya la cagaste pendejo! No está muerto ¿verdad? No, todavía respira ¿verdad? ¿verdad que sí? No mames, Martín, no mames, no mames... Escuchó su propia voz, se vio a sí mismo hablándole, con ojos de locos y jalándose el pelo. Apenas tuvo tiempo de voltear la cabeza cuando dos policías derribaban la puerta de la recámara, permitiendo que cuatro uniformados más se abalanzaran hacia él.


Parte III. Por siempre Jazmín

Choque hipovolémico, heridas desgarrantes en zona anorrectal con daños moderados a severos en recto, intestino grueso, próstata, vejigas y estructuras subyacentes al suelo pélvico, estallamiento visceral en porción duodenal inferior, hematomas en brazos, piernas, abdomen, pecho y esguince cervical...


Los hematomas y el esguince sanaron pronto. Por algún motivo casi divino se salvó de morir por una segura sobredosis del medicamento oftálmico, del cual consumió suficiente para matar a un caballo en menos de tres minutos, tal vez la pérdida de sangre y consecuente transfusión tendrían algo de impacto pero no terminaba de convencer a los médicos tal teoría.


Luego de múltiples operaciones, transfusiones sanguíneas y mucho sudor de los galenos, aquel guiñapo de ser humano abría los ojos nuevamente, se había perdido de las noticias de los últimos 120 días terrestres y tardó todavía un par de semanas en retomar el hilo del paso del tiempo del calendario. Le causó gran sorpresa y depresión saberse atado a una bolsa que recogía el pestilente contenido de sus intestinos. No había otra opción dada la complicadas cirugías necesarias para hacerle un ano nuevo, reconstruir su destrozado intestino desde la última sección del colon descendente hasta el recto, por no mencionar las necesarias para los demás daños.


De pronto toda su vida daba un vuelco inesperado y brusco, un cambio de 180º en seco y sin avisar. Algo dentro de ella/él se abría y dejaba escapar una incógnita sin ser desvelada, un enigma que siempre sería un enigma pues ya no le pertenecía y su tiempo para resolverlo se había agotado, causando que su acertijo volara para anidar en otro pecho, en otra alma, en otra vida que habrá a su vez de intentar resolverle...


Su larga estancia en el hospital catapultó su ánimo contra un muro de impenetrable diamante, estrellándolo y dejándolo incapacitado por toda la eternidad. Aunque su cuerpo se recuperaba, Jazmín iba dominando cada vez más a Sergio y su escisión del mundo era cada vez más evidente aunque nadie en el hospital hacia nada y la familia estaba tan acostumbrada a esa doble personalidad que nunca notaron algo raro.


La noche previa al alta programada, Jazmín se sentía muy inquieta, un sentimiento extraño le llenaba las entrañas y el cerebro. El calor de los focos se le adhería a la piel y le quemaba pero nadie se daba cuenta de las llamas que desprendía su piel. Viéndose arder se levantó de la cama y caminó con la mirada desorbitada y vacía hasta el pabellón de materiales de enfermería; la poca precaución de las enfermeras burócratas fue de gran ayuda a un deambulante interno que no tendría que estar ahí. Con la luz débil que llegaba del pasillo a través del cristal de la puerta se guío por todo el espacio hasta ubicar en un cajón, dentro de una caja negra con piel de imitación e interior de terciopelo rojo, un hermoso y reluciente escalpelo. Lo levantó por delante de sus ojos y sonriendo, lo fue bajando poco a poco, acariciando su cuerpo con la hoja hasta llegar a su pene y sus testículos que acarició dulcemente con la mano que tenía libre para luego tomarlos con los dedos firmemente y llorando, apoyó el filo de la hoja en sus genitales y comenzó a cortarlos con mano firme, despacio, con largos cortes. Lloraba convulsionadamente mientras enterraba el afilado instrumento en su perineo y cortaba hacia arriba su carne, gritando como poseso y preguntando al aire la utilidad de ser hombre si sólo era capaz de dañar y ser dañado. Entraron al cuarto dos enfermeras alertadas por los gritos; se toparon con un charco de sangre debajo de un paciente que hablaba con voz de mujer, diciendo que finalmente ella era libre de ser la mujer que siempre quiso ser. Estuvo repitiendo esa frase hasta que murió en medio de un revuelo de enfermeras y médicos que intentaban detener la hemorragia sin conseguirlo y nadie se explicaba cómo era posible que no lograran contener una hemorragia tan sencilla...





Aquella cita nunca debió suceder...
Pero ¿Cuál de todas ellas?