miércoles, 29 de octubre de 2014

Un hermoso regalo para Halloween

Les voy a regalar un hermoso presente para Halloween,
un maravilloso adorno para su casa o portal.
Un cuerpo colgado, con el vientre agusanado
y regados los sesos y los ojos a punto de estallar.
Habré de conseguir el cuerpo más hermoso
que en esta ciudad de religiosos locos y mochos
habrán visto fuera de su tumba nunca jamás.
La cuerda será de seda morada o negra
las ropas rasgadas y sucias irán
con sangre goteando todavía quizás.
Será un regalo hermoso para pasar esta festividad
que me ponga una soga gruesa al cuello
y salte hacia el suelo a sabiendas de no alcanzar
¡y quedar suspendido pudriéndome hasta Navidad!

lunes, 27 de octubre de 2014

¡Que le corten la cabeza!



Dicen que ya está feliz y resignado
no se enteran de su ánimo fragmentado
pues la única alma sensible a su cambio
fue alejada ya mucho por consejo sabio.

En su decepción, veo que se arrastran
por todo el piso los bichos inmundos
como hacen cada que desean sangre
se acercan a ver qué hacen...

Ahora, sumido en la sombra,
con lentes de agua ve la obra
que nunca termina como diluvio:
Es el más descarado del conjunto.

Se marcha entonces en silencio
no es que le duela en el pecho,
comprende que algunos son opción
y otros, afortunados, son certeza.

Camina a que le corte la cabeza...

viernes, 24 de octubre de 2014

Plática efímera entre una tijerilla barbera y un mono rapado

Platicaba antenoche con una tijerilla
sobre la efímera noche de frialdad
que sentía yo en las mejillas
y ella en el paladar.

Le preguntaba insistente por la cuchilla
que recién empezaba a afilar.
Me respondió a regañadientes
que era para afeitar más cabezas y cachetes.

La tomé entre mis dedos y aplasté.
La tijerilla me picó con su pinza café.

martes, 21 de octubre de 2014

Dentro del laberinto I

Así fue que empecé a dar vueltas, sobre mi eje y alrededor de algo que con mayor fuerza me atraía, girando cada vez más rápido. De pronto estaba en ese algo extraño, dentro de eso. Sabía que había encontrado el centro del laberinto y esa masa amorfa que me había absorbido era la fuente de todo ¿Se supone que deba limpiarla? Adentro veo toda clase de escenas, todas ellas revelan un enorme deseo de muerte, desbocado y buscando la salida. La veo de frente, a donde supongo que están sus ojos, sé que derramo tristeza por los ojos, sabe que exudo melancolía estancada por eras. No le hablo, no creo que entienda, pero abro mis brazos amplios y me acerco mostrando mis dedos separados, la mirada triste y perdida, la mente apagada con una idea atorada: Morir ahora da lo mismo que seguir viviendo, nada cambia. Entonces entiendo el modo de acabar con todo esto y me entrego al deseo, me uno a esa ansia indómita, irrefrenable que busca destruir y matar, un sacrificio sin sentido que no busca aplacar el deseo, sino formar parte de él y reforzarlo. Siendo yo tristeza, había leído cierta vez, que era lo mismo que ser muerte. Me rodeó con su masa, me absorbió nuevamente y mi cuerpo se fue, digerido por ese deseo de muerte, no me interesó sentir ni prestar atención a los sonidos que me llegaban ni al aroma de mi cuerpo siendo disuelto. Creo que sonreí al pensar que así sacaría de mi interior esta tristeza que me desmoronó la vida; al fin se disolvieron mis ojos y comienzo a sentir que llega a mi cerebro, pronto no sabré qué mas sucede...

Espacio Cósmico

Pienso ¿Cuánto pesará un corazón roto
en las tormentosas montañas de Júpiter?
¿Describirán a la depresión como fría
allá en los confines de Plutón?
¿A qué sabrá la alegría en Marte?
¿Y en Mercurio, en Titania y Oberón?
Acaso tienen sonrisas amplias al amanecer
viendo los anillos de Saturno pasar,
quizás allá no existe lo mismo
que sentimos acá.
En la luna Caronte se podría escuchar
con horrenda claridad un lamento
sumido en la penumbra plutoniana
apenas alumbrado por tristezas.
En la congelada y lisa Europa
sería posible reír tan alto y fuerte
como en cualquier lugar de Tierra
si se oye un chiste demente.
Si pensamos en la gravedad
y el peso arriba nos preocupa,
nos marchamos a Vesta
que fluye sin atmósfera,
a la deriva en el espacio sideral,
habitar un cometa suena ideal.

Pienso en el cósmico espacio
que me separa de mi hogar.

lunes, 20 de octubre de 2014

Recuerdo redondo

Recuerdo un sueño que no ha sido,
que aún sabiéndolo ilusión
con loca vehemencia persigo.

Deseo la luz al final del túnel,
deseo de nuevo sentir el aire
y respirar con el aliento mismo.

Abro los brazos, los ojos y clamo
Sigo adelante con pasos lentos,
en algún lugar está lo que anhelo.

Me dijeron los aires que escuche
y recuerde el caracol del desierto,
todo fluye desde un extremo al centro.

Me dijeron ronda, ronda, ronda
alrededor del caracol seco,
hallarás el tesoro que buscas dentro.

Ronda, ronda, ronda alrededor
vete más adentro por favor.
Escucha al aire, ellos dijeron.

Doy vueltas hacia dentro del desierto
me pierdo dentro del caracol,
siempre vuelta a la izquierda,
llegando al centro de su corazón.
Escucha a los aires dijeron,
Escucha a los rayos del sol.

Cascabel

Ando sobre una víbora de cascabel de ardiente sol desierto.
Escamas que reflejan la luz inhóspita que ciega
cristales resbalosos, lustrados con pus y sangre seca.
Su rostro duro amenaza mis pasos resoplando.
Cascabel de diamante y mármol brillante,
colmillos afilados, saliva enervante.
Persigues el sendero que me guía
con la sangre de millones derramada.
Cascabel, víbora diamante, guardiana.
Atroz camino son tus escamas.
Cascabel, víbora reinante, tirana.
El beso de tu boca apenas se siente.
Brilla negra la coraza de sangre y arena
escucho tu cascabeleo, a donde quiera me llega.
Antigua serpiente de fuego, mi vida y muerte arreas.

viernes, 17 de octubre de 2014

Hazel

Lo pienso tanto, hoy es tu cumpleaños. Quizás lo celebraste con tus padres, tu hermana y tus amigos.
¿Es bella tu vida hija? La luna ya no me habla de ti, las estrellas tampoco. Tu nombre ahora sólo queda en mi memoria impreso... Acá en la árida Chichimeca las nubes no saben por qué lloran tanto.
Hace un año fue la ultima ocasión que la abuela plateada me habló de ti, su voz ya sonaba hueca, apenas si pudo decirme poca cosa, tú estabas bien, querías mucho a tu hermana y tu madre se veía muy feliz aunque cansada, tu padre también se veía feliz. Me alegré al saberlo, los meses siguientes dejaron de llegar noticias, no decía nada la abuela, me veía esperar ansioso, con mi sonrisa que se volvió lamento y el silencio brillaba en lo alto.

No pensé que ese día llegara tan de pronto.

Acá en el Desierto el colibrí no canta tu nombre y no corre la liebre buscándote, ya no más zumba el aire cortante de siempre. Vuelan los cuervos y no gritan. Suspiro tu nombre, cae el sol en la montaña y todo es noche inhóspita. Acá en el desierto descansó tu nombre, ahora ese desierto me agobia.
A la sombra de las rocas y las palmas se oía tu risa y tu esencia a toda hora se olía. Mil veces las rocas lloraron hasta volverse arena blanca y mueren las palmas sin el polen de tu fragancia...
Me duele tu ausencia, hija, me taladra el pecho con brillantes garras de melancolía.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Muerte en los versos de un aria

En esta cárcel todo se vuelve rutinario, el pase de lista, revisión de la celda, ir a comedores, el patio... ¡Siempre lo mismo! Me acuerdo cuando estuve por última vez allá afuera: Cada día una aventura; podía despertar con ánimos de lograr todo y en segundos quedar reducido a un manojo de nervios quebradizos y deprimentes. En ocasiones era al contrario y entonces resultaba más peligroso. Mi ánimo no tenía límites...

Por allá de la segunda o tercera vez que fuiste a esa bodega abandonada que estaba limpiando y reacondicionando con bocinas y equipo de sonido, comenzaste a preguntarme el motivo de tanto arreglo. A la sexta visita tuya, dos meses después, había ganchos colgados de gruesas cadenas, una mesa con diversos cuchillos y mi colección de discos de ópera, las arias siempre fueron la música que más me estimulaba cuando usaba mis navajas. Tus preguntas fueron insistentes hasta que me harté y te vi fijamente... Leíste en mí la respuesta que tanto buscabas y entonces callaste.

Pobre tipo, ni culpa tenía de nada pero terminó pagándolas todas. Días antes había leído demasiadas notas sobre secuestros en la nota roja, colgado al internet me dediqué a leer más del tema hasta encontrarme planeando uno, cosa que resultaría tremendamente sencilla de realizar en aquella zona donde vivías con tu hermana...
A todas horas, a espaldas de su departamento pasan algunas personas a laborar a la clínica cercana, la víctima fue la primer alma que dio vuelta de la avenida P. , quizás terminando su jornada. Algo adormilado no se percató de mi presencia unos metros más adelante o me ignoró, tampoco notó que llevaba un revólver desenfundado en mi mano. Al emparejarnos se quedó lívido ante mi arrastre, a pesar de que le ordené que siguiera caminando hacia el auto gris que estaba con la puerta abierta más adelante. Una picada en las costillas con el cañón lo devolvieron a la realidad, cooperó balbuceando algo sobre una novia o una esposa, hijos de varias edades aunque ninguno de él, que si estaban juntos recién y mil pendejadas más que no me interesaron en aquél instante. Lo hice manejar hasta la bodega y lo demás fue rápido: Amarré su cuerpo, lo senté en el suelo, marro en mis manos, noté que estaba bastante pesado (quizás treinta kilos, más o menos la mitad de mi peso), lo balanceé un poco y luego de elevarlo descargué el golpe, lo colgué de cabeza. Luego de colgarlo revisé sus artículos personales, fotos en el teléfono, mensajes, identificaciones, nada de interés.

¿Si te dije que me quedé esperando que hiciera algún ruido? Me arruinó totalmente la bella "Un bel di" de Madama Butterfly que escuchaba al desnucarlo... Un chillido pequeño habría sido orgásmico con aquella canción.


***


Ese sábado ya caía el sol, estuvimos en casa viendo algunas películas, tonteando, mas debías regresar con tu familia. Era tiempo de darte el regalo que tenía preparado por nuestro tercer aniversario. Te pedí ir a la bodega a donde tenía esperando tu regalo. Aceptaste con una expresión de poca confianza pero siempre has sido demasiado curiosa.

Al llegar, lo primero que hice fue conectar y encender la fuente de poder del sistema de sonido y comenzar a reproducir las obras operísticas. Te acerqué una silla y te sentaste, en tanto yo iba al fondo y regresaba con un bulto bien atado con forma de persona. La semioscuridad le dio a todo un tinte aterciopelado. Colgué el saco frente a ti y fui por mi mandil y los primeros cuchillos a utilizar, uno mediano y afilado para cortar la tela y las cuerdas, uno pequeño y delgado ideal para quitar la piel con extrema limpieza, sé que cuánto aprecias los artículos de piel que te regalo, un cuchillo carnicero, grande y pesado que permita abrir el pecho y una cuchilla mediana, de punta curva y tremendamente afilada que gusto para hacer los cortes de carne.

Aprovechando los últimos rayos del sol que se colaban delgados por las rendijas, permití que vieras cómo despejaba en un minuto el cuerpo entero ¡Oh Sangrante Inercia que lloras frente a mí! Entre mis manos enguantadas tomé su cara y vi que lloraba emocionado con la luz de los ojos apagada. Llevé el cuero al fondo a una bañera de plástico con productos para comenzar el proceso de curtido. Dejé el cuchillo pequeño en la mesa y saqué el cuchillo para carne.

Los primeros músculos que corté fueron los brazos, su tamaño los vuelven idóneos para ir calentando el cuerpo. Los alejé un poco hacia la izquierda y acerqué una cubeta para recoger los intestinos, tus ojos se abrían como platos y en tu rostro brillaba un color extraño y sobrecogedor. Abrí en canal el abdomen y cayeron en la cubeta las pestilentes tripas que terminé de separar con algunas cuchilladas que cortaron al largo sostenido de la cantante que resonaba en los altavoces.

Me detuve, di un par de pasos hacia tu lugar y contemplé el cuadro ¡Era precioso! El blanco de los huesos manchado con la sangre que lucía como negro terciopelo me erizaba la piel y excitaba a mi corazón. Apartando hacia afuera la cubeta, regresé a mi tarea empuñando el cuchillo con firmeza. Corté los músculos de sus pantorrillas con sendos tajos del filo, los tendones parecían de gelatina, y los arrojé a un rincón por donde las ratas se cuelan hacia dentro, el olor a sangre habría de atraerlas y me ayudarían a limpiar el desastre antes de que apestara.

Tus ojos pedían que me detuviera pero tu gozo malsano te obligaba a cerrar fuertemente la boca para tapar tu sonrisa. Esa mirada piadosa ¡Oh mi Diosa! me flechó el corazón y un profundo dolor me invadió el alma, lloré en silencio dos lágrimas ocultas con un nombre tatuado que nunca leerás. Mis ojos se cerraron y el acero de los cuchillos musitó mi nombre, quedo como el sonido del viento que se cuela entre las estrellas de una noche silenciosa donde las almas muertas no descansan.

Lamí la sangre coagulada de mi filo, inflamé mi corazón con un suspiro y me acerqué a rebanar esos muslos algo empobrecidos. Intenté sacar filetes pero el cuchillo había perdido filo y nunca me ha gustado cortar nada si no es con el mejor filo. Hice lo necesario y seleccioné además una nueva lista de reproducción para continuar. Comencé con el muslo izquierdo pues me pareció que tenía un poco más de músculo que el derecho, cortando trozos jugosos mientras escuchaba a un tenor con la voz en el cuello a punto de explotar y los cuchicheos de las ratas prestas al festín, tanta carne había para comer que pronto el fondo de la bodega se pobló de ellas, una extraña sombra que se retorcía en la sombra como el demonio de mis delirios.

Cortar el abdomen fue bastante sencillo, al ritmo más animado de La Habanera, dejándome más de la mitad de la pieza para disfrutar dejar casi desnudo todo su tórax. Siempre dejaba algo de carne en los huesos para los perros que llegaran a tiempo para comer, las ratas son en verdad voraces. Los hombros, la espalda alta, el cuello y la cara siempre los dejaba intactos.

Manon Lescaut cantaba su aria impecable mientras yo abría el pecho de tajo con el cuchillo carnicero, procurando no dañar el diafragma pues no era mi gusto dejar que se derramara todo al abrir el pecho. Admirábamos absortos el bellísimo cuadro de su pecho sangrante expuesto, nuestro Cristo Inerte bajado de la cruz, devorado por miles de cuervos sacrílegos. De tus ojos caían lágrimas mientras brillaban las estrellas.

Tomé el suspiro final y me acerqué lentamente a sacar el rubí que había dentro de ese cofre de carne, cortando con cuidado los vasos que lo sostenían ¡Flamíguero tesoro que me pertenecía por derecho! Lo deposité junto a la piel para disecarlo y guardarlo en un canope. Regresé a tu lado.

Volteé mi vista hacia el rostro del descuartizado y sus ojos sin párpados me veían fijamente, apagados, inmersos en una tristeza eterna, en su opaco brillo vi reflejos de su vida y la esperanza de volver a ver a esas personas de las que me habló, igual que Butterfly anhelaba. Me estremecí tanto que asomó un torrente salado mientras Madame Butterfly seguía cantando su profundo deseo de volver a verlo algún día. Por un breve instante, su sangre se sintió de nuevo tibia y sus ojos apagados se vivificaron, negándose a morir al primer instante vi su espíritu aún luchando por dar vida al cuerpo mutilado donde habitaba y lloré mientras asesinaba a ese espíritu tan valiente y hermoso... Mis manos temblorosas, bañadas por gruesas lágrimas que caían sobre ellas queriendo lavar la atroz mancha de la muerte, sin lograrlo, sacaron sus ojos.

Sentí tu mano en mi espalda y te escuché diciendo "Basta por favor" pero no sé si estabas llorando, riendo o impactada. Me tomaste de la mano y sentí que me jalabas hacia afuera. Yo seguía llorando, conmovido, y no ponía atención a lo que me decías. Al salir de la bodega, la luz me dejó ciego y un peso contundente me golpeó por un costado y caían sobre mí gritando y pateando y buscando mis manos para esposarlas.

No puedo negar que disfruté tu expresión al verme destazarlo. Él ya había muerto, eso es seguro, no recuerdo cuántas veces te lo juré, el mismo día en que lo secuestré, él no chilló como los conejos, eso me decepcionó, yo esperaba algún ruido extraño pero nada, se estiró durante unos segundos con una tensión que amenazaba con romperlo en dos y luego se aflojó y un charco de sangre nacía de su nariz y sus orejas. No chillo, sólo se aflojó...

jueves, 9 de octubre de 2014

Versos dedicados a su sonrisa

Su sonrisa es hermosa
si tan sólo la vieras una vez.
No es perfecta
pero es hermosa.
Puede que su voz canse
que en ocasiones suene chillona
pero es hermosa.

Si tan sólo la contemplas
Su sonrisa es hermosa.

Su risa es escandalosa,
sus palabras soeces
puede no tener blancos dientes
pero es hermosa.

Está ciega igual que yo
¡y es tan hermosa!

Sus labios son delgados,
sus cachetes abombados.
Hace muecas insulsas, es graciosa
si la vieras una vez
sabrías también que es hermosa.


lunes, 6 de octubre de 2014

Verso caído

Caído, caído en el interminable sonido
Abajo, abajo como campana sin badajo...

Perdido sin gloria en el vacío mental
en la tumba etérea que no deja retoñar
me fundo con tus huesos y ojos
me vuelvo tu carne, tu ropa, tus despojos.

Caído, caído en el interminable zumbido
Abajo, abajo como muere el indio navajo...

Aquí en el suelo no hace viento ni calor
Me vuelvo y envuelvo en sueños raros
cubierto con trozos de cielo raso
te ofrezco mis miembros entumidos,
intento darte un abrazo.

Caído, caído en el sueño roído
Abajo, abajo como tesoro enterrado.

Afuera gritos y ruidos sin cesar
acá ya dormimos todos sin roncar,
El murmullo se acerca cada vez más
de pronto ya es de día y salgo a bailar.

Caído, caído en el interminable sonido
Abajo, abajo como campana sin badajo.

jueves, 2 de octubre de 2014

Versos en el presidio I

Escribo sentado en el presidio
pensando y repensando versos,
algunas veces llegando al fastidio
pregunto y pregunto soliloquios.

Que si dónde estará aquella
que si dónde descansa esta otra
que si ya pronto seré liberado
que si cumplo cadena perpetua.

¿Y cuando salga de esta cárcel?
No sé a dónde iré y lo pregunto.
Que si me encierran gruesas paredes
y que si me suicido si no me liberan.

Escribo versos en el presidio
mientras que la celda se achica
mientras que el sol declina
mientras que el carcelero se duerme
mientras que un cigarro me calcina.

Y cuando el día siguiente llega
abro los ojos y vuelvo a la cantaleta
y pregunto como Simón el anacoreta
terco, no abandono la refriega.

Hoja tras hojas más llegan y se van,
las calcino con el humo de mil cigarros.
Me creo poeta en el presidio
No hay mayor descaro siendo asesino.