Una guitarra al ritmo de blues,
el canto metálico de una mujer
y un trombón de cúprico sonido
alegran la nublada muerte del sol.
Los acordeones suenan fúnebres
pero nadie llora, bailan con sonrisas.
Recordé que era noche de Carnaval,
el jazz y el blues y los gritos...
y la gente me rodeaba, aquí y allá
siendo tragado por la masa.
Me embriagué del ruido, bailé,
celebré al día sórdido que moría
y a la noche tibia que nacía.
Volveré a New Orleans algún día.
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