miércoles, 25 de junio de 2014

Colisión II

Hoy no pude lograr más. Me senté y me llevé las manos a la cabeza. Había insistido una vez más con ese estribillo de ser parte de la familia, tan sólo para que me recordaran que yo no era parte de ella, así de tajante como suena. Si estaba enojado era conmigo y con nadie más.

Siempre debí resignarme a ser el hijo incómodo pero soy muy terco y no sé resignarme con facilidad. Hoy, al sacarme las gafas, me di cuenta de que estaba cansado de querer ser parte de algo donde hacía mucho yo era pretexto, excusa para no romper y ser libre. Fue la mejor manera de decirme que era algo así como un amado tormento que mantenía unidos a mis padres, amado aunque tormento al fin.

Por eso me derrumbé y me admití derrotado por la circunstancia, ya no me importaba si era parte o no. Saliendo por aquella puerta, dejaba eternamente atrás a todos, sin opción ni deseo de regresar ¿Para qué volver a molestar a esas personas que buscan, al igual que yo, ser felices? Es ese punto en el que simplemente estás sobre el filo de la navaja y es una navaja jodidamente delgada y afilada.

Retumbó una pregunta incómoda ¿Qué harás ahora? Quizás brincar abriendo las piernas y sonreír al ser partido a la mitad por ese filo. Eso sería suicida. Sí lo sé y es por eso que pretendo hacerlo. Eso no acaba ni mejora nada. Tal vez resbale, no puedo pensar ahora ¿Para qué me presionas?

Ves en mi rostro el triste abandono y cómo duele. Confusión también, miedo y desconfianza, ira contenida y amargura desbordada. Lejanía, siempre aquí y allá, lejos lejos lejos. Por eso volé y por eso vuelo, para estar lejos. Me quieren lejos. Luego me quieren de vuelta, mejor aún si nunca me fui, para abandonarme otra vez a su antojo. Sigo encima de la navaja. Y lejos, siempre lejos...

2 comentarios:

  1. Sinceramente interesante. Espero la siguiente parte.

    ¡Besos!

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  2. ¡Gracias Kaban! Ya está publicada la conclusión de esta serie ¡Espero que la disfrutes!

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