jueves, 14 de noviembre de 2013

Con el invierno, me llega el olvido.

¡Oh Tribulación! Hoscos nubarrones cruzan mi cielo.
Te busco en mis recuerdos y no sé si perdida estás
(o ya te olvidé).

Esa incertidumbre que nos rasga los labios
ha invadido mis músculos debilitados
y pudre despacio mi piel famélica de tu caricia.

Como un hongo que prolifera en la humedad,
dentro de mi corazón se gesta y fermenta
el punto del doloroso olvido que es atroz.

Perdona mi impertinencia, sé que no convengo a vos,
pero deseo exponerme a ti nuevamente
y que de nuevo me desangres en tu honor.

Tu gélida indiferencia (que puede no ser tal)
congela mis coyunturas pero calienta mi sangre
¿Deseas volverme loco con tu distancia?

Y si me aseguras que no es indiferencia,
sino un cansino temor que se apelmaza
en tus huellas que te conducen a mí...

¿Qué hago entonces para acercarme yo?
Si entre tanta espesura que te rodea
ya no encuentro de tu corazón el camino.

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