martes, 16 de abril de 2013

La condena

Fue el momento en que abrí los ojos y supe que estuve soñando todo. Se esfumaron las caricias de tus dedos y las huellas de tus besos en mi piel se evaporaron; ante mis ojos tan sólo la claridad del día. Pasé mis manos por mi cabeza, me toqué la cara, aún recordaba esos besos soñados. Mi cuerpo olía a ti, mi ropa, mi cama, hasta mi alma olía a ti... Entonces fue que decidí levantarme, con la mirada melancólica, a buscar mi consuelo entre las caras vacías de afuera, entre besos inconclusos y caricias de fachada deslavada. La ruina se encaramaba a mis hombros como una joroba.

Fuiste un sueño, pude hacerte mía pero de cualquier modo te marcharías al amanecer ¿Qué pasión puede soportar tal suerte? El azar se impone al corazón, lo paraliza. En las madrugadas busco tu rostro, lo veo, lo encuentro tan cercano pero inalcanzable, como la luna llena. Quiero correr detrás de tu ilusión y perderme con tu fantasma en el bosque de frescos abetos y pinos de tu alma.

El viento calmado de la noche me habla de ti, en ocasiones tú me hablas de ti, luego olvido lo que veo, lo que escucho tan sólo por soñar contigo...

Ahora el amanecer es un cruel castigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario