martes, 30 de septiembre de 2014

Aunque veas una puerta que dice salida...

En el vacío que me inunda te escribo sin versos, mis manos ya no están plenas de letrados besos. El cansancio me cercenó los dedos, ya no sostengo las plumas. Busco ahora como minero la veta argéntea, la veta áurea que me enriquezca con su brillo de mil vidas.

Desde el negro vacío te escribo, mientras busco de nuevo la salida, la emergencia, la vuelta, la vida. Te escribo desde lejos sin un mapa, sin la luz que me guía, en la oscuridad se han ido sanando mis llagas y heridas. Aquí no puedo gritar tu nombre porque la sombra se traga los sonidos, en el vacío no se oyen los lamentos, los llantos ni los gritos de ayuda. En el vacío nadie ayuda. Dejo que la sangre fluya, fluya, fluya. Si el frío me llena, el vacío lo asusta. Ni calor, ni luz, ni frío: Todo está vacío.

La arteria más grande, enterrada y profunda, se cierra lentamente mientras la vida se abre como alba que despunta. En la serranía un venado corre hacia el río, un cuervo vuela en pos del nido. Aquí, sigo flotando en el vacío, sangrando, muriendo y empezando a danzar el baile último de un espíritu que se va a sacrificar en las sombras que lo envolvieron al inicio, que lo envuelven al final, de donde sabe que vino y de donde habrá de retornar.

Nunca me negué a decirte pero tampoco te ayudé a preguntar. En esta vacía tumba de soledad, el dorado brillo nacerá, el peligro es latente, la muerte de mi lado nunca se irá. El sol ardiendo muere, la luna llorando se cae, mas mi corazón expulsa su tibia sangre cuando sabe que el ciclo se va a acabar. Muerte que renace, desde el vacío debo regresar.

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