miércoles, 9 de julio de 2014

De mí, todos tienen...

Miedo liberado en la oscuridad,
que se funde con mi espíritu
y bajo mi piel se arrastra.
Miedo liberado con vehemencia.

Gritos que perforan los tímpanos,
en mis entrañas hierven y explotan
en mi voz gutural que atemoriza
a vivos y muertos hasta el hartazgo.

Grande, grande, grande miedo
embutido entre las ánimas
por la negra, negra, negra alma
que con cuchillos todo desgarra.

Ya liberté al oprimido clamor,
ya vibró y anidó profundo en mi corazón;
con tristeza musito:
Soy Miedo. Y escondo los ojos.

Tupidos árboles nevados
lejos de mí combados,
las pisadas dejan el sendero,
como si por aquí no hubiera andado.

Piedras yertas de espanto me punzan
otras aves vuelan con mis pasos.
El viento gime y me hiela
se queda quieto, a mi soledad aprieta.

Sigo buscando el camino de vuelta,
dijeron que de nuevo se me espera.
No sé a dónde volar: Lo mismo aquí que allá
el miedo en todos lados está.

Me sigue cual sombra fiel a donde vaya,
todos están cerca hasta que llega.
Lo mismo es aquí que allá:
Todos me sonríen pero lejos están.

El frío en ambos lugares muerde feroz
la carne trémula de mi corazón.
En este yermo gélido prefiero morir:
Hacerlo aquí es más silencioso.

En esta blanca soledad envuelto,
el misterio de la muerte espero.
No hay más allá a donde vuelvo.
Estoy mejor aquí, frío y muerto.

Me sacudo la nieve de las plumas,
extiendo las alas y vuelo.
El mismo miedo siembro en tierra que en cielo.
Al menos arriba, todos me ven y se quedan tiesos.

Volar sin rumbo ni isla donde descansar,
volar para no volver, volar por volar.
Todo lo que he sido, todo lo que fui
resultó no ser más que miedo.

Abato mis alas para perderme en las alturas,
porque en este nublado cielo,
hasta las nubes me tienen miedo...

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