jueves, 4 de julio de 2013

Te prometí cantar mil versos por tu adiós...

Hoy recordé de nueva cuenta tu imagen que tanto amé en mi pasado. Encontraron tus ojos a los ojos míos, hembra de piel canela y sentí mi alma nuevamente atravesada por la flecha de la melancólica despedida silenciosa que nos separó hace tanto.

Maldigo la huella que me llevó al viejo camino que pensé oculto por la maleza de la costumbre y la vida andante. Maldigo los pasos que me condujeron a ese bosque negro que es tu cabello ¿Por qué tuve que recordarte justamente este día, en que te creí ya por fin lejana y sepultada bajo toneladas de nuevas vivencias?

Me pierdo entre ensueños de añejas memorias, donde, perdida entre la maraña, toca fúnebre orquesta recordándome la futilidad de esta vida, la inevitabilidad de la muerte, la sublime e irreparable pérdida en un día soleado y hermoso. Recuerdo cómo te dejé ir al tener mis manos atadas al presente, a ti, mujer del ayer. Las sombras que el sol proyecta sobre el suelo de hojarasca me parecen tus ojos profundos y enamorados, aún guardando amor para este desgraciado, pude ver otra vez la luz de tu amor que duró aún después del forzado adiós.

Pude sentir en mi carne las lágrimas derramadas por el trauma, mi corazón se incendió con flamas tan altas como el techo del universo al transitar esa pérfida historia de nuestro fracaso. Fue mi llanto el agua que bebí en el desierto que terminó por ahogar al grito de un amor que se negaba a morir de amor...
Enfermé de mil dolores y enfrenté mil más en mi lecho, convaleciente. Sigo ahora soportando la cadena que permití en mi tobillo y que me arrastra al profundo mar del silencio malvado, del silencio orgulloso e ignorante, del silencio terco y enfermizo. Ahora es cuando más deseo tu algarabía de fémina ardiente y feliz, de mujer libre y parlante; ahora es cuando mis oídos desean la palabra que nunca se escucha en las planicies de este yermo en que habito.

Hoy, que recordé tu ser y su aroma de fresas y dulce champaña, se quiebra mi espíritu ante el peso irreductible de la sempiterna soledad-de-ti, del incansable lejos-de-ti, del inevitable extrañarte-tanto.
Hoy, justo después de prometerme no llorar ni sufrir por tu recuerdo, tuve que abandonar mi juramento en el fango que se volvió mi corazón ¡Oh Añoranzas Arcanas! No hay carta en ningún tarot que me augure tu presencia bien amada.

Vuelan los sollozos como mariposas de negras alas, se posan sobre la triste lápida de lo que fue nuestro amor. Ahí, entre las ruinas, sigue esperándote el fantasma de mi amor por vos... Te echo de menos y eso todos lo saben, es evidente.

La presencia que no se marcha, como el persistente aroma de un perfume etéreo, me sigue a todas partes. Tan tristemente perdí tu favor. No me queda más que llorar y seguir cantando mil versos por la pérdida de vos, que antes de partir te juré cantar para que supieras de mí...

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