Después del humo, tu aroma y tus besos.
Te ofrezco el nido de mi piel para tus caricias.
Ofrendo en tu altar dorado mis silencios
elevados como plegarias con mil inciensos.
Insolente amante me declaro y confieso
antes vos, con vos que mi delirio enfrento
día a día, estrella tras estrellas fugaces,
el exilio recalcitrante y el tiempo de las paces.
Me encierro dentro de mi bóveda, en mis ojos
donde siempre contemplo tus labios rojos,
con un atisbo de deseo y una pizca de miel
que se ofrece a mi paladar que se harta de hiel.
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