lunes, 9 de julio de 2012

Entrañas

Hoy desperté sintiendo una extraña soledad, un sabor de melancolía doce veces reposada.
Extraño a algo, extraño a alguien o extraño nomás por hacerlo, cualquier opción vale

Tal vez sea la música callada del amanecer o los colores azules y naranjas del cielo o el viento fresco que entra por la ventana...

Me siento lejano, vacío, solo, solitario, desarraigado y exiliado. Hoy desperté extrañado y extrañando.


Quise hablar y estuve sin palabras ante muros impenetrables, en planicies de insondable soledad. Nadie habla, nadie escucha, nadie responde, nada.


En los días más hermosos de la canícula se pierden tantas almas entre las nubes enormes y los rayos del sol, se cuelan entre las gotas de lluvia y se van Dios sabe dónde... Ya no se quedan entre nos, ya se aburrieron de nos.


Las paredes de mi casa parecen coladeras de metal, el aire chilla al pasar por ellas... Desaparecen las miradas cortantes, sus ojos cercenados ruedan por el suelo y van a dar al drenaje.


Me largo de aquí en olas de color arcoiris, llanto vítreo del cielo. Corro hasta desmayarme y tropezar, me levanto para seguir corriendo. Sin llegar a ningún lado, empero. Sigo en soledad, no me encuentro, no te encuentro, no lo encuentro, y sigo conjugando al exilio para cosificarlo, para traerlo a mi existencia y ya no estar solo.


La profunda nota de la ausencia se escucha en mi cabeza, zumbando, revoloteando como mariposa de hojalata.


Me condenaron al silencio y el silencio se vuelve insoportablemente fuerte.

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